Recuerdo
que cuando llegué a Nueva York uno de los últimos musicales que
me apetecía ver era The
Drowsy Chaperone. A pesar de que sabía que en el año de su
estreno había tenido el mayor número de nominaciones a los premios
Tony (13) y siendo el musical que mas consiguió finalmente (5
, escapándosele el de mejor musical en manos de “Jersey Boys”)
algo me echaba para atrás de este montaje. Su olor a antiguo.
Todo, desde la música que había escuchado, pasando por el
vestuario, la escenografía o el diseño de su logo e imagen para
mi gusto tenía un sabor a viejo y rancio. No me atraía en
absoluto y lo había estado evitando sucesivamente cada vez que
tenía que tomar la decisión de acudir a uno u otro musical. ¡Y
mira que es difícil evitarlo! Este show no podía estar más céntricamente
situado, ocupando el autentico corazón de Times Square ya que se
representa en el Marquis
Theater, teatro albergado dentro del céntrico Marriott
Marquis Hotel. De hecho, cuando miles de turistas pasan cada día
por la taquilla de TKTS (situada en los bajos de ese hotel hasta
la remodelación de su antigua ubicación en la confluencia de
Times Square) no pueden evitar ver un cartel de proporciones
absolutamente descomunales tapizando la totalidad de la pared en
la que la gente se apoya hasta que la cola avanza y llegan hasta
la ventanilla de TKTS. Es imposible no ver ese cartel si pasas por
ahí, y si te fijas un poco más y te paras a leer lo que está
escrito verás que hacen bromas continuas con el hecho del tiempo
que lleva la gente esperando en la cola. Cada pocos metros hay una
foto de uno de los personajes con un bocadillo estilo comic en el
te recuerdan que estas harto de esperar y que sería mucho mas fácil
acudir a la taquilla del Marquis Theatre a comprar entradas para
The Drowsy Chaperone. Es un método original para atraer
espectadores y se valora la creatividad pero no deja de parecer
una especie de suplica con la que poder llenar su patio de
butacas.
Tras
obviarlo constantemente un día llegó el momento inevitable, había
intentado conseguir entradas de estudiantes o ganar la lotería en
otros shows pero no había tenido éxito. Mi única alternativa
era dirigirme a la única lotería que se hace a las 7pm de la
tarde, la de The Drowsy Chaperone. Casi deseaba que no me tocara
porque era un viernes por la noche y no tenía muchas ganas de ver
un musical de este tipo. La verdad es que no había demasiada
gente intentando conseguir entradas y cuando la mano inocente
empezó a decir los nombres de los agraciados rápidamente
pronunció el mío. Tuve una extraña mezcla entre alegría porque
me tocara y pesadumbre por verme irrevocablemente obligado a ver
al fin este show.
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Es
irónico porque a pesar de estar situado en el corazón de Times
Square y de los enormes carteles que lo anuncian es un tanto difícil
encontrar la forma de entrar al teatro. Aún sabiendo que está en
un hotel te imaginas una puerta a pie de calle pero no es así,
hay que entrar en el Marriott Marquis Hotel y subir hasta el piso
donde está localizada la entrada al teatro. Ante todo es un lugar
algo curioso, digamos que es como si entraras a uno de estos
salones para reuniones de empresas pero una vez dentro te das
cuenta de que es un teatro como tal, y no de los más pequeños
precisamente, sólo que está dentro de las instalaciones del
hotel. Es además bastante emocionante el hall que precede a la
entrada ya que está decorado con un montón de carteles de
musicales de todas las épocas.
Procedí
a sentarme en la primera fila que es la asignada para los
ganadores de la lotería, y a intentar disfrutar de un show del
que no tenía absolutamente ninguna esperanza. El espectáculo
comenzó y se produjo el milagro. El musical comienza con un
personaje llamado “El
Hombre de la Silla” hablando directamente al público.
Comenta su amor por los musicales clásicos y añora cierto tipo
de encanto y de espectáculos que se han perdido con el tiempo.
Tengo que decir que me cautivó desde el primer momento y sus
reflexiones me parecieron tremendamente divertidas. A lo largo de
la obra no deja títere con cabeza y se mete con los estereotipos
de Disney, con los turistas que no hacen más que quejarse de
porqué no hay más baños en el teatro, con los musicales
tremendamente largos… Él lo único que desea y lo único que le
pide a los musicales es que le entretengan y que le hagan pasar un
rato agradable olvidándose de los problemas cotidianos. Es por
eso por lo que añora los musicales clásicos en la que los
argumentos eran disparatados y entretenidos y en los que sólo se
pretendía crear un buen espectáculo de diversión. De pronto
comienza a rebuscar entre sus antiguos vinilos y rescata el de un
musical de los años 20 llamado “The Drowsy Chaperone”. Y de
ese modo, metiendo el vinilo en su tocadiscos, comienza la
historia. El Hombre de la Silla empezará a contarnos cuáles eran
sus personajes, su argumento… y poco a poco el escenario que
representaba el viejo su apartamento se va transformando en la
escenografía de aquel musical de los años 20 y se van
presentando los diversos personajes. Creo que éste es uno de los
aciertos de este show, lo bien integradas que están las
reflexiones del narrador situadas en el momento actual, con la
representación de aquél antiguo musical del que nos está
hablando.
“The
Drowsy Chaperone” se va interpretando sobre las tablas a la vez
que el Hombre de la Silla va intercalando de vez en cuando
comentarios sobre los personajes, los actores, el argumento, o
reflexiones sobre la diferencia entre los shows de entonces y los
de ahora. Los personajes que pueblan ese antiguo espectáculo son
absolutamente cómicos e inspirados en los estereotipos de la época.
De ese modo veremos a la dulce pero a la par narcisista novia, la
acompañante borracha que da título al musical, al galán con el
que se va a casar, un latin lover, una pareja de mafiosos, una de
humoristas de vodevil de la época… Todos y cada uno de los actores está estupendo en su papel y crea
unas composiciones de personajes tremendamente divertidas a la vez
que entrañables. Y quizás entrañable sea una de las palabras
que definan el musical en su conjunto, no puedes dejar de sentir
cierta ternura por ese narrador amante de los musicales y por esos
personajes salidos de aquella época dorada.
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El
argumento gira alrededor de una boda y de múltiples equívocos e
intencionadamente no tiene ni pies ni cabeza ya que lo que
pretende reflejar es aquellas historias imposible de esa época en
la que todo era mucho más simple y sólo se buscaba la diversión
del público. El Hombre de la Silla nos irá explicando numerosas
anécdotas sobre este supuesto musical que existió entonces y las
va intercalando con retazos del actual estado de su vida y de los
musicales de Broadway. La
historia está tremendamente conseguida ya que esta extraña
mezcla fluye con naturalidad y aunque es todo tremendamente
divertido, hay pequeños detalles dramáticos relacionados con la
vida del Hombre de la Silla perfectamente mezclados. Hace que
tengas una tremenda simpatía hacia éste personaje y lo que le
acontece, compartas o no sus críticas al mundo del musical de hoy
en día. En esas reflexiones reside gran parte del humor de la
obra, llegando incluso a suprimir el intermedio porque considera
que es algo que corta el ritmo de la obra cuando está en su mejor
momento. Los grandes musicales espectáculo de los finales de los
80 y principios de los 90 que atraen al gran público y a los
turistas como Miss Saigón y su helicóptero, Cats, Los Miserables
o Saturday Night Fever son objeto de burla y, estés de acuerdo o
no con su opinión, son comentarios que funcionan perfectamente a
modo de broma en la boca de este peculiar narrador amante de los
musicales.
Por
lo demás podéis encontrar grandes escenografías, buen
vestuario, canciones al estilo de la época y un diseño en
general que nos transporta a aquella época dorada de Broadway.
Incluso en pequeños detalles como el merchandising podremos ver
este estilo ya que venden un disco de vinilo con las canciones del
musical y en el brochure podemos encontrar una sección con
“recuerdos entrañables” de la afición del Hombre de la Silla
por los musicales.
Definitivamente
es un musical que me encantó por su originalidad, por lo bien
construido y por el cariño que desprende hacia el género, pero
reconozco que no es musical que cualquiera vaya a apreciar. Como a
mí me pasaba en un comienzo da una imagen de musical antiguo que
sólo tus padres o tus abuelos querrían ir a ver. Por otra parte,
sus referencias al mundo de Broadway y los musicales en general
son múltiples y constantes y son el hilo conductor de la obra por
lo que alguien no muy experto en el tema también puede disfrutar
del musical pero se perderá muchos detalles y no apreciará el
conjunto global del espectáculo.
Su
fututo es algo incierto, en Londres ha sido un fracaso y aquí
tiene esa incómoda fama de ser uno de los musicales de menos éxito
de los que están actualmente en cartel. El día que yo acudí el
teatro estaba lleno pero la semana pasada por ejemplo, en un
reportaje de la revista Time
Out sobre cómo conseguir entradas baratas y de última hora
para el teatro en Nueva York, recomendaba ir a los menos exitosos
como “The Drowsy Chaperone”, comprar la más barata y
cambiarse de sitio. Citaba que hubo un día en el que sólo tuvo
un porcentaje de ocupación del 59,3% y en España en muchos
teatros se darían con un canto en los dientes con esa cifra pero
para Broadway es muy escasa. Es una pena que haya cogido esta fama
y, aún reconociendo que yo mismo pensaba que era un musical
antiguo y que no merecía la pena, nada como asistir a una de sus
representaciones para darme cuenta de que hay veces que te haces
impresiones equivocadas. “The Drowsy Chaperone” no es
musicales con melodías pop o que atraiga a los adolescentes, pero
es un muy buen espectáculo que espero que siga encontrando su público,
entre ellos, el de muchos de los amantes del teatro musical.
Lo mejor: Los comentarios del Hombre de la Silla respecto a la
situación de los musicales en la actualidad, auténticamente
divertidos.
Lo peor: Será difícil para el público no experto en musicales
entender muchas de las bromas que se suceden a lo largo del espectáculo.
¡Hasta
la próxima semana! |
Desde Broadway con amor,
Diego Rebollo.
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