Cuando “Los Productores” comenzaron a representarse en 2001 en Broadway
el boca a boca se extendió rápidamente por todo el mundo. Mel Brooks había creado un musical, basado en su película del
mismo título de 1968, que había llegado para revolucionar y
despertar de su letargo a crítica y público. Tras mucho tiempo
sin que un show fuera capaz de refleja el antiguo espíritu de las
comedias de Broadway “Los Productores” lo consiguieron
al cien por cien. Hacía muchos años que no se recordaba
un éxito así en los escenarios de Nueva York y la gente se volvía
loca por conseguir una entrada, era el musical del que todo el
mundo hablaba y al que tenías que ir. Con el ticket de este
espectáculo te daban a cambio un argumento irreverentemente
cómico, situaciones desternillantes, canciones antológicas,
actores de la talla de Nathan
Lane y Mathew Broderick, excelente diseño de escenografía, vestuario,
luces… Y ese sabor añejo de las antiguas comedias musicales
exitosamente adaptadas al gusto del espectador actual. Tal era la
sensación de que se estaba asistiendo al nacimiento de un nuevo
clásico al que todo el mundo quería acudir que, tras el
desgarrador atentado a las Torres Gemelas y la caída en picado de
las taquillas de los teatros de Nueva York, el entonces alcalde Rudolf
Giuliani intentaba atraer a residentes y turistas de nuevo a
Broadway exclamando “¡Vengan a Nueva York! ¡Ahora se pueden
encontrar tickets para “Los Productores”!”. Y vaya que sí
acudieron, la gente necesitaba humor y el musical de Mel Brooks lo
proporcionaba por toneladas.
|
Este
tremendo éxito siguió imparable y fue refrendado con el record
de 12 premios Tony, seis años de permanencia en Broadway, una película
y múltiples producciones a lo largo y ancho de Estados Unidos y
del mundo. A pesar de todo ello, cuando bajó el telón y cerró
sus puertas en Nueva York, el 22 de abril de 2007 nadie estaba
especialmente preocupado… ¿Porqué? Porque la gente sabía que
pronto tendría una nueva ración del genio de Mel Brooks. Ya se
había anunciado que su próxima producción, para el otoño de
ese mismo año, sería versión para la escena de otro de sus clásicos
cinematográficos, “Young
Frankenstein” (en España conocido como “El Jovencito
Frankenstein”).
En
Nueva York se puede respirar en el ambiente la ansiedad y la emoción
que tiene todo el mundo ante el inminente estreno de este musical.
Si andas por la calle 42, donde está localizado el Hilton
Theatre, lugar donde se representa la obra, no es difícil
escuchar entre la gente conversaciones sobre el mismo. Los
neoyorquinos y los amantes de las buenas comedias musicales de
Broadway están deseando poder asistir a la nueva producción de
Mel Brooks, y lo más importante, están deseando que les guste y
que no sentirse decepcionados.
Yo
no me sentía ajeno a este sentimiento general y compré rápidamente
una entrada para una de las previas que se representan desde el
mes de octubre hasta el estreno oficial del 8 de noviembre. Me
dirigí al teatro, asistí a la función… y comprobé por mi
mismo que “Los Productores” pueden estar tranquilos ya que no
van a tener problema en continuar siendo el mejor musical de Mel
Brooks. |
|
Supongo que muchos
conoceréis esa sensación que nos atrapa a veces cuando asistimos
a un musical que verdaderamente queremos y deseamos que nos guste
y en el que hemos puesto muchas ilusiones. Hay veces que tenemos
suerte y nuestras ilusiones son correspondidas y disfrutamos de
principio a fin y hay otras veces que nos sentimos decepcionados y
esperando número tras número que la cosa mejore y nos termine
cautivando. Ésta es una de esas otras veces.
Nadie podrá decir
que es una mala producción, que no han echado el resto, que los
actores no se entregan, que hay mucho dinero invertido… pero le
falta el brillo, la chispa y la originalidad. No he tenido la
oportunidad de ver la película en la que está basada pero he de
decir que su versión para el escenario no funciona, no es una
historia que te interese ni te cautive y que sólo a ratos
consigue hacerte reír.
Vayamos
por partes. El argumento básicamente consiste en que un científico
descendiente del Doctor Frankenstein que creara al famoso monstruo
es llamado a acudir a Transilvania para seguir con los
experimentos de su familia. Allí se afanará en el laboratorio
para crear un nuevo ser que será repudiado por el pueblo
transilvano. Y a lo largo de esta historia se van entrelazando
diversos acontecimientos, persecuciones, relaciones amorosas…
Para mí la historia se hace lenta y pesada con un primer acto de
presentación de la trama y de los personajes que se hace eterno,
hasta el final del mismo no llegamos al quid de la cuestión y
vemos aparecer al monstruo esperado. El segundo acto mejora y los
acontecimientos se suceden con algo más de ritmo pero para mucha
gente será demasiado tarde y no habría conseguido captar su
interés.
La mayoría de los
números musicales y de las situaciones creadas son una especie de
“quiero y no puedo”. Se intuye que se ha querido ser original
y que se ha pretendido trasladar el amor por Broadway y su género
clásico en esta obra también, pero sencillamente no funciona
igual en una obra sobre Frankenstein que en una sobre unos
productores. Se han repetido casi calcados algunas escenas y
personajes de la anterior producción, creando una especie de
anacronismo en el que no sabes muy bien que estás viendo. De este
modo en “Puttin’ on the
Ritz” se sacarán de la manga un teatro transilvano
totalmente fuera de contexto para que el monstruo y todo el cast
puedan tener un número
de claqué enfundados en fracs o en “Roll
in The Hay” se presentará el personaje de Inga, una rubia
ayudante de los experimentos del doctor, siendo tanto ella como su
canción un calco total y absoluto del personaje de Ulla en “Los
Productores”. Por otra parte, es muy difícil quedarte con la
melodía de las canciones, yo no recordé ninguna medio minuto
después de que terminaran y, definitivamente, no es una buena señal
si se quiere tener un gran éxito en Broadway. El estilo de la
mayoría de las composiciones es muy de musical clásico, lo cual
no es malo, sólo que no tienen especial atractivo ni encanto.
Como siempre, hay ciertas excepciones y “Transylvania
Mania” que cierra el primer acto o “Deep
Love”, al final del segundo sí conforman buenas melodías y
números musicales.
|
|
La
escenografía y vestuario a pesar de ser muy generosos, con muchos
sets y trajes, y notarse que se ha invertido mucho dinero, no
aportan absolutamente nada especial y se limitan a ponernos en el
contexto del lugar y la época en la que nos encontramos. Veremos
la plaza del pueblo, el castillo donde nace el monstruo, el
bosque… y múltiples trajes de época, que cumplen su función
pero no llaman especialmente la atención por nada especial. Yo
había oído que la puesta en escena era espectacular, y si, hay
muchos cambios y puedes ver cada dólar invertido, pero no aporta
nada en particular a la historia del diseño escenográfico, te
sitúa en la historia sin más.
El
mayor tesoro de este musical son sus actores, los que
verdaderamente lo levantan y evitan que caigas en el aburrimiento
más absoluto. Podría citar a muchos, Roger Bart como Frederick Frankenstein, Megan Mullaly como Elizabeth, Sutton
Foster como Inga, Andrea
Martin como Frau Blucher, Christopher
Fitzgerald como Igor… todos están estupendos en sus papeles
y si la comicidad surge efecto en ocasiones es en gran medida por
el esfuerzo y el buen hacer de todos estos intérpretes.
Es
verdad que hay varios momentos cómicos y que te ríes en varias
ocasiones, por ejemplo con varios chistes recurrentes sobre la
pronunciación del nombre de varios personajes, con las alusiones
al tamaño de cierta parte del cuerpo de un personaje o con “Please
Send Me Someone”, escena entre un ermitaño ciego y el
monstruo en la que verdaderamente lloras de la risa y que era el
tipo de escena que hubieras esperado ver más a menudo a lo largo
del musical.
En la
función a la que yo asistí la gente se reía, sobre todo en el
segundo acto, claramente superior al primero, y el público se
puso en pié casi en su totalidad. Aún así no escuché
carcajadas desgarradoras durante la función y no noté ese
sentimiento entre la gente de “esto es increíblemente bueno”
que muchos de ellos seguro esperaban haber sentido. Creo que
muchos nos sentíamos obligados a presentar un respeto al creador
de una obra maestra como “Los Productores” y a que esta nueva
obra nos gustara, pero en mi caso debo decir que en absoluto me ha
tocado la fibra como la anterior. Es verdad que no tendría porque
hacerlo, cada musical es distinto y hay veces que las
comparaciones son odiosas pero en este caso es inevitable
hacerlas. También he de decir que probablemente esté muy por
encima de la media de otras producciones de Broadway, sólo que a
ésta se le exige llegar mucho más allá y no lo consigue.
Por el
momento me cuesta adivinar cómo va a reaccionar la crítica
neoyorquina a este estreno. Mi opinión es que creo que ensalzarán
sus virtudes y serán cautelosos en resaltar sus defectos, es difícil
meterse con un genio como Mel Brooks, creador del musical más
premiado de la historia, pero aún así no auguro unanimidad ni
excepcionales alabanzas. Quizás me equivoque, el tiempo lo dirá
y todos las leeremos. Estoy convencido, eso sí, de que el musical
va a ser un éxito de público, no deja de ser una de las grandes
superproducciones de la temporada unida a un gran nombre pero dudo
mucho que siga la estela de “Los Productores” . Esperemos a
pesar de todo que Mel Brooks siga creando musicales, si encontró
la fórmula una vez quizás lo pueda volver a conseguir.
Lo mejor: La comicidad de los actores, verdaderos pilares del
musical.
Lo peor: Está a la sombra de “Los Productores” y no ha sabido
encontrar su estilo y su lenguaje.
¡Hasta
la próxima semana! |
Desde Broadway con amor,
Diego Rebollo.
|