Parece
que una ironía acompañó la película de Disney de 1964. En la
versión al cine de “My Fair Lady” July Andrews fue rechazada para el papel de Eliza
Doolitle que ella misma había interpretado previamente en
Broadway, siendo sustituida por Audrey
Hepburn. Libre de ese papel, la Andrews decidió aceptar el de
otra película de ese mismo año, “Mary
Poppins”. Y paradójicamente el destino hizo que fuera ella y
no la Hepburn quien se llevara el Oscar
a la Mejor Actriz con el papel de la niñera, dejando a la florista
sin galardón. El filme recibió otros cuatro premios mas de un
total de 13 nominaciones, lo cual no está nada mal ya que no suele
ser habitual para un filme dirigido al público familiar. |
Está
claro que la película se convirtió en un éxito y el personaje que
le da título en un icono de la cultura popular del siglo XX, pero
no todo fue fácil en su creación. Walt
Disney intento llevar a esta nanny a la pantalla desde 1938,
queriendo comprar los derechos de los libros de la escritora P.L.
Travers. Ella se negó sistemáticamente ya que no veía claro que
sus historias se pudieran adaptar fácilmente a imagen real y en
absoluto quería un película de dibujos animados. Tras mucha
insistencia y con un contrato por el que tenía derecho a aprobar el
guion de la película definitivamente dio el visto bueno en 1961.
Nada menos que 23 años de espera para el bueno de Walt. La ironía
acompaña de nuevo otra vez al filme cuando años después el
productor de éxitos como “El Fantasma de la Opera”, “Los
Miserables” o “Cats”,
Cameron Makintosh, tiene
que esperar también alrededor de 30 años para poder conseguir su
sueño de llevar una producción inspirada en los libros y en la película
a las tablas. Ya en los 70 tuvo la esperanza de poder realizarlo
pero no se convirtió en algo más real hasta 1993, cuando intento
convencer a una nonagenaria Travers para llevar una combinación
entre sus historias y el filme sobre el escenario. De todos modos no
seria fácil porque unos derechos estaban en manos de Mackintosh y
otros en las de Walt Disney Company. Al final la pasión del
productor ingles y la del ejecutivo de Disney Thomas
Schumacher por el proyecto era tal que se produjo lo impensable
y decidieron unir sus fuerzas para la versión escénica de “Mary
Poppins”.
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De
todos modos, aunque el musical se base en la película de Disney no
es exactamente igual y tiene varias diferencias. Lo más remarcable
es que se han eliminado varias escenas de aquella y se han añadido
otros pasajes de los libros de P.L. Travers. Esto hace que aun
puedas reconocer lo que estás viendo sobre el escenario pero a la
vez tengas la sensación de ver algo único que no conoces. Casi mas
del cincuenta por ciento de la música y gran parte de las letras
han sido creada para la ocasión por George
Styles y Anthony Drewe
y añadida a la ya clásica de los hermanos Sherman.
Se
echaron de menos canciones como la que abría la película original,
“Sister Suffragette”
(consideraban que no ayudaba al desarrollo de la historia y para
ellos, ojala que para todos, es muy importante que una canción no
este ahí por que sí, tiene que tener un sentido y hacer avanzar la
trama), pero en cambio nuevas fueron añadidas, como una de las
primeras canciones del show en esta ocasión, “Practically
Perfect”, una melodía muy buena y fácil de recordar y que yo
aun puedo tararear perfectamente. Una vez más la ironía se apodera
de la historia ya que “Practically Perfect” también era el título
original de la “Sister Suffragette” de la película de 1964, a
la que cambiaron la letra y aprovecharon para abrir la parte musical
de la historia.
No
pude evitar sentir decepción ante lo que nos ofrecen en lugar de la
escena del parque original en la que los personajes conviven con los
dibujos animados. Según mi opinión esa era uno de los momentos
claves de la película en la que veías que con Mary Poppins todo
era original y cualquier cosa podía pasar. Es evidente que en su
traslado a los escenarios no podía ser igual ya que habría que
eliminar el concepto de los dibujos animados y sustituirlo de algún
modo pero a mi juicio no han sabido conservar la magia de aquel
momento. Ahora solo es una escena bastante simple en el parque con
unas estatuas que cobran vida, pero que palidece ante la
espectacularidad de otras escenas de este mismo espectáculo.
Por
el contrario tiene grandes hallazgos también como “Temper,
Temper”. Esta canción no estaba en la película y otorga un
momento al show en el que todo se vuelve más oscuro y por un
momento nos olvidamos de que esto es una historia amable para todos
los públicos. Los muñecos de la habitación de los niños de los
Banks cobran vida para reprenderles, convirtiendo la escena en un
momento sombrío y macabro y que a pesar de que quizás está algo
fuera de contexto crea un número interesante y potente.
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Si
tuviera que resaltar algunos otros momentos del musical uno de ellos
sería “Supercalifragilisticexpialidocious”. El numero tiene toda la
energía del filme o incluso más si cabe y en esta versión está
enfocado en una especie de concurso de los que son tan famosos en América
entre los estudiantes para deletrear las palabras ( y que musicales
como “The 25th Annual Putnam County Spelling Bee” recogen). La
palabra aparece en una gran tela que cubre todo el escenario y los
personajes invitan al público a cantarla con ellos, convirtiéndola
una vez más en un icono dentro de la historia de “Mary Poppins”.
Otro de los momentos clave para mí fue “Step
in Time”, en la que los deshollinadores nos dan toda su energía
en un numero coreográfico impresionante.
Por
otra parte, si algo hay que destacar de este musical es su
espectacularidad. Desde el primer momento no puedes dejar de
maravillarte cuando ves aparecer sobre el escenario la casa entera
de la familia Banks, con todas sus estancias e incluso con un set
específico para el ático donde viven los niños. La casa y el ático
fluyen y se intercambian por el escenario con una increíble
soltura. Es una escenografía que se repite bastante a lo largo de
la obra siendo muy clásica y rígida lo que quita algo de dinamismo
al concepto, pudiendo llegar a cansar en ocasiones, pero lo que es
innegable que es grandiosa e impresionante. Las escenas grupales
también llaman la atención por el enorme despliegue de gente
bailando al unísono y desprendiendo energía, tanta que en algún
momento les permitirá incluso andar por el techo y las paredes..
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He
de decir que tengo sentimientos algo ambivalente respecto a este
espectáculo. Por momentos me parecía muy interesantes, con escenas
que resultaban originales, números corales muy atractivos y efectos
especiales marca de la casa Disney pero en otros momentos la
historia se me hacia algo pesada e incluso aburrida. Para reflejar
esto nada mejor que una pequeña anécdota que me ocurrió en el
teatro. Acudí un domingo por la tarde y me encontraba algo cansado
por lo que no pude evitar que lo pesada que se me hacia la historia
en ocasiones me hicieran que de vez en cuando se me cerraran los
ojos. Pues en una de esas ocasiones en las que los volví abrir me
encontré… ¡A Mary Poppins volando por los aires con su paraguas!
Y no encuentro mayor ironía y paradoja para resumir las sensaciones
que me ha provocado este musical, por momentos me dormía y por
momentos no salía de mi asombro.
Lo mejor: Los efectos especiales lo convierten en un musical marca
de la casa Disney que refleja perfectamente el concepto de gran
espectáculo de Broadway. La despedida de Mary Poppins ascendiendo
sobre el patio de butacas acompañada de su paraguas está a la
altura de momentos icónicos como el helicóptero de “Miss
Saigon”, la barca de “El
Fantasma de la Ópera” o el vuelo de Elphaba en “Wicked”.
Lo peor: Historia que se hace algo larga y lenta en ocasiones, la
parte teatral no funciona tan bien y esperas continuamente que
llegue el siguiente número musical y que te sorprendan con algún
efecto espectacular.
¡Hasta
la próxima semana! |
Desde Broadway con amor,
Diego Rebollo.
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