¿Cumplió
las expectativas generadas? Sí, rotundamente sí. Es un musical
fresco, innovador, con un cast
(elenco) impresionante y una energía que te electriza de
principio a fin. Comprendo a los críticos que lo consideran un
antes y un después y lo más innovador desde Rent. No sé si habrá
un antes y un después (ésta es una frase tan manida que puede
ser que los mismos críticos la vuelvan a utilizar dentro de dos
meses para el próximo estreno), pero está claro que es algo
especial y no muy común de ver en Broadway.
Para
empezar creo que el gran peso de la obra cae en el tremendo elenco
con el que cuenta, todos adolescentes o en no más de sus
ventipocos. ¿Hace cuanto tiempo que una obra de Broadway no confía
en un elenco tan joven? Y con esto no me estoy refiriendo a que
joven sea igual a mejor, más bien con joven quiero decir
desconocido en el medio. Es asombroso leer el Playbill
de la obra (pequeña revistita con artículos sobre Broadway y
todos los datos de la producción en cuestión) y comprobar que la
mayoría de ellos no tenían prácticamente ninguna experiencia en
montajes profesionales. Es difícil creerlo, porque precisamente
si hay algo que derrochan es profesionalidad y entrega. Desde los
protagonistas (especial mención a John Gallagher Jr. como Moritz,
ganador del Tony al mejor actor de reparto y a Jonathan B. Wright, Hanschen,
que con un papel secundario se come el escenario cada vez que
aparece en escena) hasta los swings (en esta función hay Stage
Seats, literalmente te sientas en sillas en el escenario, así
que los swings, vestidos de calle, comparten asiento con los
espectadores).
El
otro gran acierto y sobre el que creo que recae también el éxito
de la obra es la propia concepción escénica. La escenografía es
siempre la misma, con cambios muy puntuales (un columpio para una
de las escenas claves) pero es precisamente esto lo que la hace
tan especial. Sólo cuentan con paredes de ladrillo con diversos
cuadros colgados y la iluminación (espectacular en algunos números
corales), pero con ello crean múltiples ambientes (colegio,
casas, parques…) sin necesidad de absolutamente nada más. Y es
verdad que no se echa de menos. Además, aunque la obra está
ubicada en la Alemania de finales del siglo XIX perfectamente podría
estarlo en la actualidad porque la aproximación que han hecho al
texto es absolutamente actual, dándole un aire pop rock y de
epopeya juvenil. Cuando llegan los números musicales el elenco
saca los micrófonos que tenían ocultos en su ropa y pasan a
actuar como si de un concierto se tratara. La tremenda calidad del
sonido, la energía de los intérpretes y
las coloridas luces hacen que no sea difícil imaginar que
estás en uno de ellos. Creo que es uno de los secretos del
musical, que han sabido coger una historia de corte clásico y la
han actualizado a los gustos actuales sin que por ello sufra de
anacronismo ninguno.
El
argumento (basado en una obra de 1891 de Frank
Wedekind que por
su contenido transgresor tuvo muchos problemas para estrenarse en
su época) es algo complejo y nada liviano ya que, aunque lo
principal del mismo (chico conoce a chica y descubren el amor)
parece sencillo no lo es tanto. Hay mucho que descubrir entre líneas
sobre el significado de ser joven, el descubrimiento de la
sexualidad, el paso a la madurez, modos educativos… Un texto
estupendo que conserva toda su vigencia hoy en día ya que trata
temas intrínsecos al propio desarrollo del ser humano. Eso sí,
para seguir adecuadamente la obra es recomendable un buen nivel de
inglés ya que hay muchos diálogos muy rápidos y la acción se
basa en el texto, no hay ni escenografía ni florituras que te
ayuden a comprenderlo mejor.
Todo
el equipo creativo ha hecho un trabajo excepcional. Duncan
Sheik (música) ha creado una partitura excelente con una
canciones de rabiosa actualidad (algunas como “The
Bitch of Living” o “Totally
Fucked” podrían sonar perfectamente en cualquier radio fórmula
llegando al número 1). Steven
Sater (libreto y letras) ha sabido trasladar el mensaje
original al lenguaje del musical. Bill
T. Jones (coreógrafo) ha creado unas coreografías muy
sencillas pero desbordantes de energía (cuando dan patadas contra
el escenario las ganas de vivir parecen fluir hacia el patio de
butacas). Michael Mayer
(director) ha sabido unificar todos estos talentos
y dar una visión de conjunto y una estética muy
particular. La suya propia, única, la de “Spring Awakening”.
No
es un musical recomendable para los que quieran ver un gran espectáculo
de Broadway al uso con todo lo que eso conlleva pero merece la
pena verla aún en ese caso. La fuerza y las ganas de vivir se
contagian desde la primera nota. El tiempo dirá si se convierte
en un clásico pero ahora mismo es innegable afirmar que es uno de
los mayores éxitos de Broadway.
Lo mejor: El elenco, principiante pero que se entrega en escena.
Atentos a sus nombres, son la nueva generación y muchos van a
triunfar.
Lo peor: Si no dominas el inglés te perderás muchos detalles.
¡Hasta
la próxima semana! |