Existen
ciertas películas en la historia que pese a tener un resultado
creativo fallido, haber fracasado en taquilla o ser algo
extravagantes o raras acumulan seguidores y terminan convirtiéndose
en películas de culto. Éste es el caso de “Xanadu”,
el film de 1980 dirigido por Robert
Greenwald. Contaba la historia de una musa que decidía bajar
a la tierra, a California, para iluminar la creatividad de un
pintor, terminando ambos inaugurando un centro artístico
multidisciplinar que incluía una roller-disco (como una discoteca
pero donde se baila con patines). El argumento es, como mínimo,
un pelín extraño y bastante kitsch, y si os preguntáis qué
actriz se prestó a protagonizar semejante historia la respuesta
es que fue nada más y nada menos que Olivia Newton John, en la cresta de su popularidad en aquel momento
tras el tremendo éxito dos años atrás de la archiconocida “Grease”. Y no sólo ella si no que el mítico Gene Kelly, protagonista de clásicos como “Un día en Nueva York”
o “Cantando bajo la lluvia” tuvo su último papel protagonista
en el cine en esta película. A pesar de la ayuda de estas dos
estrellas el film fue un estrepitoso fracaso en taquilla de los
que hacen historia, acumulando incluso seis nominaciones en el
primer año de existencia de los premios Razzies (el equivalente a
los Oscars para los peores films del año). Paradójicamente, su
banda sonora fue un éxito total, llevando a ocupar el número 4
de la lista del Bilboard de la época y albergando singles como “Magic”, “Xanadu”,
“All Over The World”,
“I’m Alive” o “Suddenly”.
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Esta
extraña combinación de argumento imposible, protagonistas
estrella, fracaso en taquilla y éxito en las listas de éxito rápidamente
hizo de “Xanadu” un película de culto con un sitio entre la
imaginaría popular, la estética ochentera y lo entrañablemente
hortera. Pese a no ser una película que conozcan las masas si
preguntáis a la gente y recuerdan algo de la misma probablemente
sea que se pasaban toda la película andando y bailando en
patines. Que la recuerden por unos patines no la convierte en un
clásico del séptimo arte pero al menos si la hace ocupar un
lugar de honor el pódium de los películas más kitsch de la
historia.
Con
la particular historia que llevaba este título a sus espaldas no
nos extraña que cuando se anunció que el film se iba a adaptar a
los escenarios de Broadway a modo de musical más de uno se
sorprendiera y se echara las manos a la cabeza. ¿Qué productor
estaría tan desquiciado para invertir su dinero en una versión
para las tablas de un fracaso cinematográfico? Muchos no
terminaban de creérselo y lo achacaban a una moda momentánea por
recuperar las iconos de la década de los ochenta pero poco a poco
vieron que el proyecto iba tomando forma y que abría sus puertas
en Marzo de 2007, inaugurándolo oficialmente el 10 de Julio con
la asistencia de una madrina de excepción que no podía ser otra
que la mítica Olivia Newton John. |
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A
pesar de que este proyecto tan particular terminó representándose
finalmente en Broadway, muchos escépticos esperaban que corriera
la misma suerte del film de 1980, que se hundiera para siempre en
unos meses y que acumulara las peores reseñas que se recuerdan de
los más ácidos críticos de Nueva York. Pero nada de esto sucedió,
inesperadamente el musical empezó a acumular espléndidas críticas
de los más prestigiosos medios una detrás de otra y el boca a
boca lo convirtió en el show del que todo el mundo hablaba y que
había que acudir a ver.
Frases como “El Cielo sobre Ruedas. Extravagantemente divertido
e irresistible”, “Lo más divertido que encontrarás en
Broadway”, “Hay suficiente talento sobre ruedas sobre el
escenario de Xanadu para sostener una temporada de nuevos
musicales entera. Afilado buen humor y magnético espíritu
alegre” se acumularon en los mejores periódicos y
milagrosamente el musical se empezaba a convertir en un espectáculo
de culto con seguidores incondicionales al igual que el film,
aunque con una pequeña salvedad, que ahora le acompañaba un
total y absoluto éxito de crítica y público.
He
de confesar que yo compré hace tiempo la película original atraído
por su popular banda sonora y no pasé del primer cuarto de hora,
el sopor que me invadió me hizo caer completamente dormido. En
ese momento comprendí que era verdad que el film tenía la
curiosa virtud de ser un icono de culto con preciosas canciones a
la vez que un terrible bodrio cinematográficamente hablando. Por
ello no podía sentirme más atraído ante la idea de comprobar qué
sucedía en escena para que la versión de “Xanadú” para
Broadway se hubiera convertido en algo de lo que todos hablaba y
recomendaban fehacientemente. Fue empezar la función en el Helen
Hayes Theatre y darme cuenta de que tenían razón y estaba
contemplando uno de los más inesperados y rotundos éxitos de la
temporada.
En esta producción han optado por
ridiculizar el argumento original al máximo y crear una especie
de farsa en la que todo es excesivo y está llevado al límite. Y
funciona. El espectáculo es pura comicidad y los personajes se
convierten en una especie de dibujos animados vivientes, en unos
cartoons de gestos y maneras exagerados pero tremendamente
divertidos. Todo está llevado al límite y ellos mismos se
encargan de mofarse continuamente del absurdo del planteamiento en
cuestión. Está claro que el argumento original de una musa
bajando del Olimpo a California para inspirar a un pintor a la vez
que patina es un tanto ridículo y atípico y ellos se encargan de
remarcarlo sin ningún rubor. Han corrido un riesgo muy grande
adaptando esta película tan particular pero han acertado de pleno
llevándolo al terreno de la comedia más pura, donde los intérpretes
echan mano de lo más exagerado de su repertorio creando unos
personajes que desbordan humor.
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Básicamente
es lo que hace que este musical funcione perfectamente, que los 10
únicos actores que lo componen derrochan tan buen hacer y crean
unos personajes tan hilarantes que no te hace falta absolutamente
nada más. Clio/Kira,
el propio personaje que interpretó Olivia Newton John en su
momento esta sobreactuado hasta la caricatura por la magnífica Kerry Butler, resaltando su rubia candidez al cantar y su fuerte
acento australiano. Todo en ella es rubio y rosa, hasta sus pómulos
que parecen hechos de terciopelo o los calentadores con purpurina
que cubren sus tobillos. Esta especie de amago de Barbie venida de
Australia sabe aguantar gran parte del peso de la función creando
una caricatura andante que está pidiendo a gritos ser premiada
con un Tony cuanto antes. Y no es la única porque el dúo de
malvadas musas compuesto por Melpomene
y Calliope
interpretado por Mary Testa
y Jackie Hoffman se mueven por el escenario como un par de ratillas
envidiosas, como dos histriónicas alimañas que con su sola
presencia hacen que el patio de butacas estalle en carcajadas y
que se vaya guardando un sitio para ellas como nominadas a mejores
actrices de reparto. Mención aparte merece también Cheyenne
Jackson en la creación del personaje de Sonny,
el cándido pintor Californiano que a pesar de su inocencia
desprende erotismo con sólo moverse por el escenario. Y como no,
el resto de las musas y personajes del Olimpo, pequeñas obras
maestras cada una de ellos por separado, con sólo unos pequeños
apuntes y no muchas líneas de texto son personajes que deseas que
vuelvan a salir a escena continuamente porque crean un especie de
grupo prefabricado de personajes paródicos y estereotipados, pero
tan bien estereotipados que rozan casi la técnica del clown,
siendo una auténtica delicia verles actuar.
La
escenografía es tremendamente sencilla pero efectiva, consiste únicamente
en un escenario diáfano flanqueado por varios elementos griegos
como gradas o columnas. En las gradas es precisamente donde se
sienta parte del público ya que este show tiene posibilidad de
comprar entradas algo más baratas y sentarse en escena junto a
los actores. Este hecho dará mucho juego a lo largo de la función
ya que además de dar la impresión de anfiteatro, se presta a
muchas bromas entre los actores y el público allí sentado. La
mayor atracción a nivel de puesta en escena es que se pasan gran
parte del musical sobre ruedas. Se sabe que la película era así
pero no deja de ser curioso y divertido ver a los actores interpretando sus personajes a la vez que se
desplazan patinando sobre el escenario. Pero no sólo los patines
serán el único elemento peculiar, también al igual que en la
película, las musas cobran vida a través de un grafiti en el
suelo (que será reflejado por un enorme espejo), un caballo
volador transportará a Clio/Kira al Olimpo…
Mención
aparte merece el vestuario. Las musas lucen unos trajes de
inspiración griega sencillos pero muy bonitos y con muchos pequeños
detallitos que puedes ver si te fijas como estrellitas,
purpurina… y combina perfectamente con un maquillaje muy
exagerado, también inspirado en el comic o los dibujos animados,
con muchos brillos, pómulos muy marcados, puro años ochenta.
Pero cuando realmente se luce el diseño de vestuario es cuando
aparecen las diosas y dioses del Olimpo. No quiero destripar
muchas sorpresas pero la carcajada es general cuando van entrando
un minotauro, una medusa o un centauro muy particulares.
Una
vez más, como en tantos musicales hoy en día, se terminará con
todo el público en pie, con las bolas de discoteca a todo trapo,
cantando y bailando todos al unísono la canción que le da título.
Xanadu ya se ha convertido en un musical de culto, el culmen de lo
absurdo, de lo ochentero, de lo gay, de lo kistch… pero sobre
todo de la diversión. Como ellos mismo publicitan “Xanadu en
Broadway. En serio”. Parecía una broma, pero se convirtió en
una realidad y ante todo en uno de los musicales más divertidos
en años y en uno de los éxitos de la temporada.
Lo mejor: El humor absurdo y exagerado, basado en gags y golpes de
efecto cercanos a la técnica clown y a sketchs de humoristas
televisivos y en la expresividad gestual de los personajes.
Lo peor: Es un musical de pequeño formato sin grandes alardes ni en
el número de actores ni en el apartado escénico, pero quizás
que todo sea más pequeño y el contacto más cercano con el público
le haya hecho conseguir conquistarlo.
¡Hasta
la próxima semana! |
Desde Broadway con amor,
Diego Rebollo.
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