Mi relación con
este musical viene de lejos, cuando hace años montamos un espectáculo
de café teatro que versaba sobre la vida de los actores
principiantes en clave de humor. Constaba de varias escenas, cómicas
en su mayoría, entre las que estaba una versión de “Nothing”
(Nada), canción de “A
Chorus Line” con una gran componente de comicidad. Nuestra
puesta en escena consistió en un cantante y dos actores detrás
reflejando con gestos todo lo que éste iba relatando. Todo muy
estrambótico y muy amateur pero creo que también divertido a
pesar de todo. Yo era uno de esos actores que reflejaba la canción
con mímica y los que la conozcáis sabréis que nos tocó hacer
de trineo, mesa, helado... Más
o menos como cuando en la guardería montan el Belén y te toca
hacer de arbusto (ahí tuve suerte y me tocó de angelito), pero a
pesar de eso lo recuerdas con mucho cariño, como algo montado con
inocencia e ilusión.
Tiempo después
tuve ocasión de ver la versión fílmica, protagonizada por Michael
Douglas. No refleja ni un 20% de la magia del musical ya que
al trasladarlo al lenguaje cinematográfico pierde mucho de su
esencia pero al menos me sirvió para conocer la historia al
completo. He de decir que, a pesar de las carencias de la película,
me atrapó el argumento y la estupenda caracterización de
personajes, te hacía sentir sus vidas y preocuparte por su
futuro. Dos de las historias me impresionaron especialmente, la de
Paul (bailarín acomplejado por su homsexualidad que tiene que
trabajar en espectáculos de muy baja categoría, en tugurios de
los que se avergüenza, para poder seguir su sueño), y la de Cassie (bailarina de éxito,
ahora en el olvido, que quiere empezar a bailar de nuevo, sin
importarle no ser la estrella y estar en el cuerpo de baile porque
su vida es la danza), siendo ambas las que aportan la parte más
dramática a la obra. Y fue precisamente el monólogo
interpretativo de Paul el que usé para presentarme a un casting
para una producción. Le cogí mucho cariño al personaje y me
permitió pasar el casting de esa compañía (paradójicamente,
para interpretar un personaje absolutamente cómico). |
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Así que, de un
modo u otro, siempre he sentido muy cercano este musical y deseaba
fervientemente tener la oportunidad de verlo en Broadway.
Por fin se
materializó este deseo cuando acudí al Schoenfeld
Theatre un miércoles a una matiné, a las 2 p.m. Podéis
imaginaros que tipo de público pude encontrarme en aquella
representación: gente de la tercera edad, turistas y algún
estudiante despistado. Normal, ¿qué persona con un trabajo
decente puede ir al teatro un miércoles a las 2 del mediodía? A
pesar de esta audiencia tan particular todos respondieron muy bien
y había un clima caluroso hacia los artistas.
La obra comenzó y
he de decir que no tardé más de dos minutos en zambullirme en la
historia y en disfrutar de cada minuto de lo que estaba
observando. Este musical es puro Broadway, huele a dorado, a
lentejuelas, a luces, a claqué… Te hace sentir que estás en Nueva
York, la ciudad donde nacieron los
musicales y si eres un amante del género hará que corra
un cosquilleo por tus venas ya que la esencia de Broadway se palpa
y se siente en cada momento del espectáculo.
Parece mentira que una historia tan sencilla y tan simple se
convierta en “La Historia”, en el argumento que refleja tantas
y tantas experiencias de gente q ha vivido por y para Broadway. El
musical representa algo tan habitual y cotidiano como un casting
para buscar el cuerpo de baile de un próximo show. Estamos por
tanto asistiendo a un subgénero teatral, al “teatro dentro del
teatro” en el que el mismo escenario sobre el que están los
actores representa el escenario en el que está transcurriendo la
historia. Y poco más hay que un teatro vacio con los aspirantes a
formar parte del cuerpo de baile sobre las tablas. No esperéis
grandes escenografías porque no las vais a encontrar. Sólo un
escenario negro y varios espejos en los que se reflejarán los
pasos de baile. Y no hace falta más. Porque éste no es un
musical espectacular, es un musical de sentimientos y básicamente,
un musical de personajes. A través de ellos conoces a los
miembros de las compañías que nunca ven su nombre rodeado con
luces en las marquesinas. Son los grandes desconocidos, el cuerpo
de baile, totalmente necesarios en los musicales pero de los que
ignoramos todo, obnubilados por la fama de los cabeza de cartel.
“A Chorus Line” les da voz y presencia y les otorga un espacio
de oro para hacerse valer y para que la gente se dé cuenta que
detrás de cada malla y de cada zapato de baile hay una persona,
con sus deseos, sus alegrías y sus tristezas.
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Y esa es la
riqueza de este musical. Michael
Bennet (creador, director y coreógrafo) puso este musical en
escena en 1975 reflejando su propia historia y la de otros tantos
bailarines que había conocido a lo largo de su carrera. E
inmediatamente la verdad y los sentimientos que emanaba le
hicieron ganar 9 premios Tony,
el Pulitzer, y ser
durante mucho tiempo el musical que más años ha permanecido en
cartel en Broadway.
Si decidís
deleitaros con esta obra maestra del género además de las
historias de Paul y Cassei podréis conocer las de otros muchos. Zach,
el director de casting, querrá conocer algo más de ellos y les
hará contar sus historias personales. Así veremos a la que baila
como los ángeles pero su voz es espantosa, el bailarín que aceptó
su homosexualidad sin prejuicios, la actriz latina incapaz de
mostrar sentimientos al interpretar, la chica que tuvo que hacerse
la cirugía estética de casi todo para que la contrataran en
alguna compañía… Muchas historias con las que en apenas una
canción y unas líneas de texto los personajes quedan
perfectamente caracterizados.
Quizás en esta
ocasión si tengo que ponerle un “pero” sea precisamente a las
partes que yo sentía más cercanas. Ni la interpretación de la
canción “Nothing” me hizo reír demasiado ni el monólogo de
Paul me tocó mucho la fibra. Pero no por ello le restó calidad
al conjunto. Creo que en este caso, simplemente tenía tantos
recuerdos asociados que lo que vi no se correspondía a lo vivido.
No dejéis de
disfrutar de uno de los números de Broadway más conocidos a lo
largo y ancho del mundo. Cuando se interpreta la canción “One”
con todo el cuerpo de baile vestido con sus trajes y sombreros
dorados y levantando las piernas hasta el infinito una emoción te
atrapa. ¡Estás en Broadway, y esto es espectáculo!
Lo mejor: A pesar de ser un montaje diferente al que estuvo desde
1975 hasta 1990 en cartel conserva su vigencia y su capacidad de
hacerte sentir intactas.
Lo peor: “One” te
sabe a poco y quieres volver a verlos más veces en sus trajes
dorados con todo su esplendor.
¡Hasta la próxima semana! |
Desde Broadway con amor,
Diego Rebollo.
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